29 diciembre 2008

CAMINOS ABIERTOS Y ACCIÓN COLECTIVA - 7 de 7

Esquema aerosol

5. Democracia, desarrollo, distribución, derechos

Democracia desarrollo distribución derechos

Estos cuatro términos están señalados en el esquema, si bien pertenecen a otro nivel de cuestiones.

En si mismos, son ejes articuladores a desarrollar, actualizar, y conectar. Ubicados en relación a los respectivos ámbitos (organizaciones con derechos, políticas con distribución, estado con desarrollo, partidos con democracia)

Para cada ámbito, en todo caso, se los puede pensar como horizonte, y también como un punto de partida que exige, a los actores que se plasman en cada uno de los ámbitos señalados, un desplazamiento hacia los otros.

El ámbito político partidario y el desafío de tener más democracia

La acción partidaria es la portadora de la misión de mediar, garantizar y canalizar políticamente los conflictos de la democracia, y al mismo tiempo la más desafiada para involucrarse en la ampliación del juego democrático y de la vida política. Paradójicamente, implica a actores centrales e ineludibles en este sentido, y al mismo tiempo se halla fuertemente desplazado –desde dentro y desde fuera– y con una importante pérdida de credibilidad para llevarlo a cabo.

La recreación de la representación y los espacios de participación, el sostenimiento del debate en escala y en perspectiva, y la posibilidad de política como tema de debate.

Dialogar, cuestionar, incorporar y sintetizar dinámicas de los actores que se plasman en los otros ámbitos, puede colaborar en: - La recreación de los modos de participación, interacción y socializad. - La cercanía con la experiencia cotidiana y otras formas, modos y dinámicas de "militancia" (esto, por ejemplo, en la "interfaz" con las organizaciones sociales). - La consistencia de los temas, la capacidad propositiva, la cercanía tanto a las propuestas concretas como a la acción, la tensión entre brindar marcos y debates generales y los desafíos de implementar y concretar (pensando en su conexión con las políticas públicas) - El aporte de una calidad institucional mayor, y la relegitimación de la acción estatal con coaliciones y confrontaciones de actores que hagan del estado una “cancha” más estructurada y fecunda, donde realmente se puedan jugar "partidos"... ser parte, tomar parte, tomar partido...

Más distribución: las políticas públicas

En esta fase, junto con la ampliación de la puja distributiva en el mundo del trabajo, las políticas publicas se vuelven un canal fundamental de asignación de recursos en un país que crece al mismo tiempo que sostiene grados de fragmentación social, territorial y económica muy altos, con brechas que no se cierran al mismo tiempo para todos.

Reubicar la cuestión del tipo de políticas, su carácter propiamente político y su talante y función públicas –en el sentido de darle contextura, soporte y estructura al ámbito de lo común– asignando recursos que hagan que el espacio de lo público garantice la constitución de sujetos y actores libres. No sólo por la asignación declarativa de derechos, sino garantizando recursos que plasmen por esa vía el cumplimiento de la igualdad declamada, después de décadas donde sólo se apuntaba –en el mejor de los casos– a una "equidad" que suponía solamente una igualdad "en los puntos de partida" o en las "oportunidades".

También, las políticas públicas reasignan, redistribuyen capacidades de discusión, de intervención, decisión, ampliando el campo del debate distributivo tanto en temas como en dinámicas y escenarios.

El estado como garante, promotor y rector de más desarrollo

Reubicar al Estado como agente de desarrollo implica la reconstrucción de una legitimad que en gran medida tiene que ver con las decisiones que se tomen en su seno por parte de quienes tienen a cargo la tarea de gobierno. También supone la construcción de un poder social que implica reformular él vinculo del estado, con el horizonte y propuesta de desarrollo, con los otros ámbitos: - Las organizaciones sociales como espacio de ampliación de la legitimad, y como coadyuvantes a la plasmación de la densidad de ese desarrollo. - Los partidos políticos para ampliar la consistencia de los debates, consensos y confrontaciones que cuajen las propuestas. - Las políticas públicas concretas viables, graduales, que hagan presente y representen ese desarrollo para al conjunto de la sociedad con perspectiva de inclusión creciente y transformación posible.

Más derechos y más allá de los derechos: las organizaciones sociales como ampliadoras y creadoras de ciudadanía y vectores de repolitización

Por su propia génesis, las organizaciones sociales en muchos casos están -aquí también de manera paradójica- "atrapadas" en la reinvidación de derechos. Jaqueadas por la propia fragmentación de sus demandas. Ellas pueden, deben y en todo caso seguirán siendo actores que reivindican derechos, pero a mismo tiempo, y atendiendo a lo señalado sobre la necesidad de "des-repliegue, re-diseño, re-articulación y replanteo", están llamadas a articular las demandas de derechos en proyectos de democracia-desarrollo más consistentes, en estrategias de construcción de poder para una distribución mas amplia y estructural. Llevando la cuestión de los derechos a otra escala cuanti y cualitativa, al tiempo que "yendo al fondo" de la misma: la del derecho a tener derechos. Por un lado, se trata de la definición misma de "ciudadanía". Y por otro, ir mas allá de la reivindicación e incluso de la defensa, para transformarse en creadoras de nuevos derechos y en co-implementadoras de las acciones políticas que plasman a los derechos. En la reformulación de su vínculo con el estado, las organizaciones sociales garantizan que los derechos no sean "prebenda del mercado", al tiempo que tienen el desafío de no fragmentar los derechos, tanto como de no dejar la relación sólo en vínculos parciales, utilitarios y medidos por pequeños "programas" El replanteo de su agenda implica necesariamente un vinculo con los partidos políticos, "agregando" (sumando) temas y articulando debates. Su rol en las políticas públicas implican rearticular u rol de tal manera que no sean funcionales a la "tercerización" de las políticas, sino más bien co-actores en su despliegue en todas las etapas, enriquecedoras de su carácter público, en su formulación, implementación y control.

6. A modo de cierre

Cada esquema que se propone para pensar la realidad, como cada mapa que se presenta para recorrer y al mismo tiempo representar un territorio, habilita e inhibe posibilidades. En los esquemas que aquí se presentan y en las reflexiones y pistas de interpretación que los acompañan, la intención ha sido promover otra mirada sobre las propias prácticas y proyectos. Aquello que puede verse también reconfigura a quién ve, los recorridos que se activan o postergan, se animan o se distraen, hacen al actor que ha de transitarlos. No hay ninguna "invención de la pólvora" de por medio en estos esquemas. Pero es tanto lo que se ha constreñido la mirad de los actores sociales en términos políticos, que, en algún punto, hay que traer a cuenta de nuevo, lo que alguna vez, quizás, fue obvio. Hacer accesibles, además, mapas comunes para interpelar la construcción de poder, los caminos de la participación, la construcción de ciudadanía y las apuestas por un proyecto de país, es una tarea que va en paralelo con el otro gran desafío del momento: construir un lenguaje político para nombrar el tiempo actual y la presente etapas de oportunidades y límites en Argentina, e incluso en el continente.

Los diagramas aquí presentados son, por definición, también, provisorios e incompletos. No es un accidente: no puede ser de otra manera. Allí donde el esquema es incompleto, viene la tarea de completarlo con un pensamiento colectivo y "en camino", un "work in progress", sujeto a debate para poder completarse.

Finalmente, ámbitos de constitución de actores y de plasmación e prácticas, interacciones e intercambios entre los mismos, y horizontes de comprensión y de apuesta, interactúan unos con otros reformulándose en la acción.

Es un aporte más, de los tantos que, en cada rincón del país, y en todos estos ámbitos, se buscan, se proponen y se ponen a prueba en la acción misma. Esperamos que este esfuerzo por explicitar, sistematizar y comunicar una parte de ellos resuene fecundamente en ese esfuerzo colectivo, que es también un desafío compartido.

Nestor Borri / Fernando Larrambebere / Sebastián Prevotel - contacto@colectivociudadania.org.ar

DEJANOS TU COMENTARIO www.mapas-ciudadania.blogspot.com

PRÓXIMOS MATERIALES EN FEBRERO DE 2009

versión completa del material en:

www.ciudadania.org.ar

22 diciembre 2008

CAMINOS ABIERTOS Y ACCIÓN COLECTIVA - 6 de 7

Cooperativa de Fotógrafos Sub
Fotografía: Cooperativa de Fotógrafos Sub - www.sub.coop

4. Relaciones cruzadas (II)

Organizaciones sociales y gestión estatal

Organizaciones sociales y gestión estatal

En relación a la gestión estatal las organizaciones sociales demandan, proponen y median políticas. Sobre estas tareas es preciso preguntarnos: ¿Con qué capacidad de agregación de la demanda cuentan las organizaciones? Es decir, interrogarnos por la capacidad de articulación de la demanda, tanto en términos de política estratégica como de implementación y de gestión, para romper con la lógica de que cada una exige lo propio. La principal tensión que atraviesa esta posibilidad de articulación es la situada entre la capacidad que tengan las organizaciones de demandar en términos de protesta y resistencia y la capacidad de demandar en términos de propuesta y articulación.

No necesariamente hay una relación entre una y otra, puede haber agregación de demanda pero para más reclamos, no necesariamente para más propuestas. ¿Qué debería haber para que agregación de demandas y generación de propuestas estuvieran relacionadas?

Las organizaciones son un modo de presencia institucional y organizativa en la sociedad, que pueden aportar a evidenciar la dimensión societal que ésta tiene y, por lo tanto, mediar el sentimiento y el sentido de que el Estado puede ser de todos. Con esto no queremos decir que “el Estado somos todos”, una aseveración poco feliz pero de gran circulación. Se trata de mediar la presencia de lo político en lo cotidiano, en lo capilar, en el territorio, para aportar desde allí a politizar crecientemente a la ciudadanía y hacer que ésta perciba y reconozca en la presencia de las organizaciones sociales una posibilidad de interlocución con el Estado. Esa tarea la han realizado históricamente las escuelas o las unidades básicas pero, dado el deterioro que han sufrido esos espacios, las organizaciones sociales –sobre todo las territoriales– ofrecen la posibilidad de que esta mediación se reconstituya, aunque sea una incógnita en qué grado y en qué sentido eso puede ocurrir.

Otro problema relevante se presenta en el caso de las organizaciones que tienen o han tenido la oportunidad de ocupar espacios institucionales en la gestión estatal, a distintos niveles. Allí se abre un interrogante coyuntural pero a la vez estratégico: ¿Cómo nos apropiamos de esos espacios para optimizarlos? El desafío es consolidar algunas transformaciones que nos dejen capacidades instaladas en la sociedad, en el Estado, en las organizaciones y en los distintos escenarios, para volver a darle densidad y solidez a una trama que constituya la ciudadanía en general y las organizaciones sociales en particular. Nos referimos a esa trama que anteriormente se reconocía como “el pueblo”, pero que ahora no podemos pensar como un sujeto ya constituido, sea porque proviene del mundo del trabajo o del fondo de la historia. Al pueblo hay que construirlo en la actualidad con recursos políticos y éstos están –entre otros lugares– en el punto de intersección entre las organizaciones y la gestión estatal.

Organizaciones sociales y política partidaria

Organizaciones sociales y política partidaria El vínculo entre organizaciones sociales y política partidaria tiene varias posibilidades: organizaciones que se vinculan con los partidos; organizaciones que se transforman en ellos; dirigentes de las organizaciones que pasan a ser dirigentes de partidos, en alguno ya existente o en otros creados ad hoc. Hay un proceso de provisión y circulación de dirigencias que es necesario reforzar, mejorar y legitimar.

Otro tema es el aporte y las propuestas de debate de las organizaciones sociales a la política partidaria. Allí es importante preguntarnos: En el caso que hubiera aportes, ¿cuáles son los ámbitos en que se pueden encontrar? ¿cuáles son los ámbitos en los partidos políticos para recibir esos aportes? ¿cuánta capacidad y voluntad tienen las organizaciones sociales de llevar a cabo ese aporte?

Gestión estatal y políticas públicas

Gestión estatal y políticas públicas

Esta relación se inscribe en dos procesos. Por un lado la gestión estatal media, dinamiza, distribuye y democratiza políticas públicas. Y por otro, da legitimidad, genera acción y presencia. El desafío es lograr que las políticas públicas impacten en los puntos estratégicos, significativos y prioritarios para ayudar a una legitimación de la acción del Estado. Es decir, ¿cómo pueden llevarse adelante iniciativas que tengan el impacto y la presencia necesarios para romper esas ideas de que ninguna política sirve y que el Estado nunca está para responder a los intereses de los sectores populares? Allí necesitamos un trabajo de acción y legitimación del Estado a través de la política pública.

En el medio de ese proceso surge la cuestión de cómo se comunican y se informan esas políticas para hacerlas justamente públicas, para hacerlas un relato público que pueda también capitalizarse en actores, movilización y compromiso político.

Nestor Borri / Fernando Larrambebere / Sebastián Prevotel - contacto@colectivociudadania.org.ar

DEJANOS TU COMENTARIO www.mapas-ciudadania.blogspot.com

PRÓXIMA ENTREGA: 29/12/2008

versión completa del material en:

www.ciudadania.org.ar

15 diciembre 2008

CAMINOS ABIERTOS Y ACCIÓN COLECTIVA - 5 de 7

Fotografía: Cooperativa de Fotógrafos Sub - www.sub.coop

4. Relaciones cruzadas (I)

Políticas públicas y organizaciones sociales

Políticas públicas y organizaciones sociales Los espacios de participación que la dinámica de la política pública propone a las organizaciones sociales no son escasos. Por el contrario, podríamos afirmar incluso que son muchos, pero los problemas aparecen en relación a la calidad y el derrotero de esos espacios. Debido a la matriz de concepción de las políticas públicas, por lo general encontramos una multiplicación de mesas de participación, insostenible para cualquier trama organizativa de nuestras sociedades, salvo a costa de multiplicar la fragmentación de las organizaciones.

La calidad de estos espacios de participación se evalúa por su continuidad, por la posibilidad de que haya condiciones efectivas para sostenerla y por sus consecuencias. La existencia de espacios es un primer paso, pero estas otras características son también fundamentales porque allí se juega el sentido general de la participación. Allí se define si nos conformamos sólo con subirnos a la calesita de la participación o si apostamos a una participación que permita por un lado ser parte, por otro tomar partido y por último compartir el poder político en la fase ejecutiva de políticas específicas.

Tal como se han venido llevando adelante, los espacios participativos han sido muy fallidos y han generado muchas frustraciones. Y eso ocurrió debido a que no han tenido calidad, ni condiciones efectivas para funcionar, ni una lectura de la matriz organizativa del espacio local.

Es necesario remontar este estado de frustración, aunque no sea fácil. En muchas ocasiones las experiencias fallidas terminan generando una profecía autocumplida. La gente que participa y que convoca, desde el ámbito que sea el estatal o de las organizaciones sociales tiene por lo general una hipótesis y un repertorio respecto a qué ocurrirá y qué se puede hacer, que termina reproduciendo aquello que no pretende que ocurra. Asistimos allí a un problema de limitación de repertorios.

También puede plantearse una cuestión relativa a un modelo general de participación de las organizaciones sociales en las políticas públicas y que está vinculada a poder analizar qué son las organizaciones sociales, cuánto de la sociedad está organizada, qué representan y qué no y en qué medida las organizaciones sociales en lugar de expresar lo colectivo y lo público, lo privatizan. Es una zona ambigua, que implica también evaluar en qué medida los sectores organizados de la sociedad funcionan muchas veces como dispositivos de acaparamiento –y no de socialización de oportunidades.

Si bien es importante analizar los espacios de participación, más trascendente resulta pensar cómo se recrea la confianza de la población en las políticas y en sus ejecutores y evaluar en qué medida las organizaciones sociales constituyen un elemento para eso. Podríamos considerar si en vez de dar participación a las organizaciones, no convendría cambiar la estructura de las políticas, optimizar la calidad de la burocracia estatal y de sus agentes y mejorar el vínculo representativo de los dirigentes. Quizás sea más útil participar menos y confiar más. Aunque suene mal, habría que cotejar esta aseveración con las políticas del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, que alardean de ser participativas.

Otro tipo de involucramiento ocurre en el orden de la co-ejecución, una participación que no es deliberativa sino en la gestión, en la implementación y en la canalización de recursos. Aquí también se hace necesario interrogarse respecto a qué son las organizaciones sociales ¿son el último escalón del Estado?, ¿son el primer escalón de la sociedad?, ¿son un aliado? Es importante dar respuesta a esas cuestiones, porque las organizaciones son una zona de transición.

Y aquí podemos apreciar también la necesidad de repensar el Estado desde las organizaciones. Es decir, no sólo repensar las políticas públicas, sino la matriz estatal y el tipo de apropiación que tenemos como sociedad y en particular como sectores populares del aparato estatal como un instrumento de disputa de recursos.

Respecto a la co-ejecución también es importante analizar cuánto hay de necesidad, cuánto de inercia ideológica, en qué medida subsiste aún la lógica de la tercerización y la privatización. Es importante indagar cómo se generan mediaciones institucionales y organizativas democráticas en una sociedad que tiene, por un lado, su Estado en etapa de recomposición aún con muchas áreas y tareas por reconstruir. Por otro lado, una gran fragmentación en el seno de la sociedad, atravesada fuertemente por el paradigma neoliberal en lo ideológico y en sus formas institucionales y organizativas, y con sectores populares muy habituados a estar preocupados por el día a día.

Por último, en la relación entre organizaciones sociales y políticas públicas también hay que centrarse en el debate entre incidencia o involucramiento. Y esto está vinculado a los paradigmas que circulan y que permiten pensar lo que se puede hacer en esa relación. Esto es: si se piensa esa relación como de incidencia en las políticas a través de una presión puntual sobre ciertos temas, o si se piensa una cuestión más societal de involucramiento con lo público y con la política.

Sería importante que hubiera incentivos para estos dos tipos de relación, y no sólo para uno de ellos. Cuando sólo se hace lugar a la incidencia se plantea una exterioridad con lo político y con lo público y una extrema puntualidad en el aporte a realizar. En ese sentido, la incidencia contribuye a reproducir la fragmentación. Y no hay que olvidar además que es parte de la perspectiva ideológica de los organismos multilaterales de crédito y de muchas ONG`s y fundaciones. Por eso es importante desentrañar quién y cómo incide; quién y cómo se involucra; cuánto se politiza y cuánto despolitiza. Y en eso surgen diferentes paradigmas, uno de resolución diferencial de demandas y otro de cambios estructurales y es importante evaluar qué se puede gestionar con cada uno de ellos.

Políticas públicas y política partidaria

Políticas públicas y política partidaria

Al momento de analizar la relación entre políticas públicas y políticas partidarias hay que centrarse en los núcleos de producción de conocimiento que los partidos políticos tienen respecto a las políticas públicas –los think tanks– y, a partir de allí, en la capacidad de la política partidaria y de sus instituciones de proveer conocimiento, debates y temas de agenda respecto a las políticas públicas.

En ese sentido, si se analiza el aporte de los partidos parece haber un gran déficit. Pero las preguntas entonces son: ¿de dónde proviene el conocimiento y la agenda para abastecer de insumos y debates respecto a la política pública?, ¿de los medios de comunicación?, ¿de las organizaciones sociales?, ¿de la universidad?, ¿de los intelectuales? La impresión es que en los partidos políticos hay poco para aportar a ese conocimiento y a esa agenda; o que si hay, se desprestigia por provenir de los partidos. Es necesario regenerar usinas legítimas de conocimiento y de discusión sobre las políticas públicas, además de un ágora de debate y un circuito informativo-comunicacional sobre ellas.

También puede ocurrir a la inversa, que las políticas públicas existentes aporten temas a los partidos, como ocurrió en el caso del Plan Jefes y Jefas de Hogar, que fue tomado por la oposición. Si las políticas públicas proveen de temas a la política partidaria eso da cuenta de la capacidad de observación de los partidos respecto de lo que pasa en las políticas.

Política partidaria y gestión estatal

Política partidaria y gestión estatal

En la relación entre política partidaria y gestión estatal surge la dimensión de la disputa electoral y, vinculada a ella, la calidad de los debates y la ampliación de la arena política, entendida ésta última como la posibilidad de que cada vez más ciudadanos puedan no sólo votar tales o cuáles opciones, sino constituir opciones.

Otra dimensión importante está vinculada al refuerzo de la representatividad y la dinámica que ésta adquiere. La representatividad en Argentina se ha generado históricamente de arriba hacia abajo, y no a la inversa. Esto significa que los actores representativos se han forjado desde la gestión estatal antes que de los partidos, por lo menos del peronismo hasta la actualidad. Si analizamos la dinámica de la articulación kirchnerista, puede apreciarse que el Frente para la Victoria o la Concertación Plural no son más que un frente partidario de los que gobiernan. El origen del reclutamiento se encuentra en su función de gobierno.

El origen partidario resulta actualmente un factor de deslegitimación para la presencia en la gestión estatal. Aún tiene mucha vigencia el tecnocratismo que postula que para ser un buen gestor o gobernante es necesario ser un técnico y no, en cambio, estar avalado por la trayectoria en un partido político. Existe también otra postura cercana, de corte más neoliberal y despolitizante, que postula que lo mejor es provenir de afuera de la política.

Sobre este andarivel de refuerzo de la gestión estatal a la política partidaria y viceversa, o más específicamente sobre el uso de recursos estatales para construir representación partidaria territorial, se pueden realizar muchas apreciaciones, pero lo primero que es necesario reconocer es que es innegable que existe. Y si nos proponemos no caer en el conformismo y trabajar sobre lo realmente existente, es preciso evaluar cómo ese andarivel se maneja de la manera más democrática posible y más favorable a los intereses de los sectores populares.

También lo relativo a la circulación de dirigencias es un elemento importante en esta relación entre política partidaria y gestión estatal. Desde una perspectiva dirigencial podríamos preguntarnos: ¿Qué se aprende en la gestión estatal? ¿Qué se aprende en la política partidaria? ¿Qué se puede hacer en cada uno de esos espacios? ¿Cómo se circula de uno a otro? ¿Cómo puede transformarse esa circulación de dirigencias y ese reclutamiento recíproco en un círculo virtuoso?

Por último, hay que considerar que existe una forma permanente de presencia de los partidos políticos en la gestión estatal: el poder legislativo. Asistimos actualmente a una situación que muestra señales de dinamización del Congreso y, en ese sentido, de ingreso en una etapa que puede resultar rica e interesante. El Parlamento está muy desprestigiado, pero al mismo tiempo es un organismo con una enorme dinámica, con muchos importantes componentes institucionales que la sociedad desconoce bajo la afirmación de que sus miembros “son todos corruptos”.

Los conflictos surgidos a partir del lockout agropecuario y la reestatización de Aerolíneas Argentinas han dado una pauta distinta sobre el Congreso, que hay que evaluar positivamente, porque venimos de unos tiempos en que se afirmaba que sobraban políticos, que hacía falta menos deliberación y más acción, y que había que cerrar los parlamentos y los concejos deliberantes para hacer órganos unicamerales. Actualmente, por el contrario, en nombre del institucionalismo se postula que es necesario abrir los debates porque sino todas las decisiones las estaría tomando el poder ejecutivo. Aunque en muchos casos el planteo principal proviene de sectores reaccionarios, la oportunidad que se nos presenta ofrece una brecha para ampliar la calidad del debate democrático.

Nestor Borri / Fernando Larrambebere / Sebastián Prevotel - contacto@colectivociudadania.org.ar

DEJANOS TU COMENTARIO www.mapas-ciudadania.blogspot.com

PROXIMA ENTREGA: 22/12/2008

versión completa del material en:

www.ciudadania.org.ar

11 diciembre 2008

CAMINOS ABIERTOS Y ACCIÓN COLECTIVA - 4 de 7

Cooperativa de Fotógrafos Sub
Fotografía: Cooperativa de Fotógrafos Sub - www.sub.coop

3. Actores y escenarios (II)

La política partidaria

Política partidaria

La política partidaria constituye un ámbito que es necesario recuperar, dado que sobre ella se ha efectuado una operación muy fuerte desde adentro y desde afuera de deslegitimación simbólica material de su propios espacios,

Por un lado, hay un déficit vinculado a la forma “partido”, al tipo de mediación que constituyen los partidos para gestionar el Estado y administrar el poder. Pero también podemos constatar que los partidos existen, ejercen un tipo de poder y hasta nuevo aviso no parecen existir esquemas superadores de lo democrático que no supongan asumir un partido político, hacer algo con los existentes o reemplazarlos por instrumentos que finalmente tomen su función. Tal puede ser el caso en Argentina del conjunto de los medios de comunicación y algunos de ellos en particular, como el Grupo “Clarín”, que asume la forma partido sin serlo en sentido estricto.

La forma “partido” existe y debe existir en la sociedad. La cuestión es si tal cual se plasma actualmente es útil, para cuánto y qué hacemos con ello. Hasta poder encontrar algo superador con sus insuficiencias o limitaciones los partidos políticos hacen falta y es necesario trabajar con ellos, en el sentido de contar con mediaciones institucionales, organizativas y de presencia en la esfera pública. Plantear proyectos de país, modelos de políticas públicas y dinámicas con vocación de poder en torno a la gestión global del Estado y a la administración general de las sociedades. Hasta ahora, salvo los partidos políticos, no contamos con otro elemento democratizable para llevar eso a cabo.

Respecto a los partidos también es importante revisar su historia en nuestro país: ¿qué son? ¿qué pueden ser? Y eso está relacionado con cuáles son las usinas y los espacios de articulación de una ideología y de un proyecto.

La renovación y dinamismo de los partidos y las instancias que articulan distintos sistemas de representatividad en lo social son también aspectos importantes que es necesario abordar. En la cuestión representativa están presentes interrogantes tales como: ¿cómo se reconstruye el vínculo representativo?, ¿qué espacios de participación partidaria existen?, ¿cómo se rediseña el vínculo representativo de los partidos con sus miembros o adherentes y el vínculo de los partidos con la sociedad?

Respecto de la renovación de los partidos nos enfrentamos al problema de posicionarnos frente a ciertos lugares comunes que identifican partido tradicional o política tradicional, con política perimida. A partir de allí, nos preguntamos ¿qué clase de partidos, o de institucionalidad de la política puede haber en los partidos, si los cortamos de su tradición?, ¿qué significa ser un partido innovador? Ante esas preguntas hay mucho camino por desandar, para no adherir livianamente a la devoción de lo nuevo como si fuera bueno, o a la idea de traer referentes supuestamente externos a la política, porque ya hemos tenido experiencias en ese sentido.

La cuestión es cómo cambian y cómo se renuevan los dinamismos de los partidos y sus formas. Y ante eso es importante tener una mirada inteligente respecto a algunas transformaciones que puedan realizarse y cómo. No se trata solamente de que haya unos partidos nuevos que reemplacen a los viejos. Eso puede ser un aspecto, pero es insuficiente, y ni siquiera es lo central. Es posible que tengan que construir otra manera de funcionar, de estar presentes, de elaborar sus discursos, otras formas de dialogar con la sociedad y con sus militantes, otras maneras de formular sus proyectos y de gestionar. Hay creatividad político institucional pendiente de ser efectivizada, ejercicios creativos en la política cuando es acción que se pueden y se deben poner en valor otra vez. Sobre todo porque todas las otras formas que se proponen como reemplazo no parecen estar a la altura de las circunstancias.

Y por último, también es indispensable reprocesar el tipo de visibilidad que se les asigna a los partidos y los juicios que se emiten sobre ellos. En relación a eso hay un enorme congelamiento en términos de opinión e información, de consensos sociales, de conceptualizaciones parciales y lugares comunes.

La gestión estatal

Gestión estatal

Respecto a la gestión estatal nos enfrentamos al desafío, desde la sociedad en general y desde las organizaciones en particular, de renovar distintos vínculos. Por un lado, los lazos entre lo colectivo y el Estado. Por otro, la relación del Estado con la política y por último el vínculo de la política con lo colectivo.

Un segundo desafío es reconstruir el Estado democrático. Hay que revincularse con un Estado que está, o bien destruido, o bien formateado profundamente en muchas de sus dimensiones y niveles por el paradigma neoliberal. En ese sentido, hay que construir una fórmula mejor que aquella que postula la necesidad de “construir un Estado pos-neoliberal”, algo que resulta obvio. Entonces hablamos de reconstruir el Estado democrático, pero ¿qué del Estado democrático? y también ¿qué es lo democrático del Estado o qué habría de serlo?, ¿quiénes son los actores de esa reconstrucción?, ¿en qué medida es reconstrucción y en qué medida es invención?

Un tercer desafío es conocer el Estado, dado que se ha vuelto un extraño para buena parte de la sociedad y en ocasiones ha sido ubicado en el lugar del obstáculo o del enemigo. Además de que está destruido está casi oculto, separado de nosotros por distintas cortinas -de gente, de funcionarios, de escalinatas, de desinformación, de discursos-.

Conocemos poco acerca de nuestro Estado. Por ejemplo, en relación a en qué medida somos ciudadanos del Estado municipal, de las provincias o del Estado-nación. Y podríamos seguir: en qué medida somos ciudadanos del Mercosur o ciudadanos globales. Hay allí una reconfiguración de las escalas a la que es necesario atender con fuerza.

Está también la división del Estado en tanto poder legislativo, judicial o ejecutivo. En este caso no es que conozcamos poco, pero es también una cuestión para repensar, porque estamos asistiendo a una reactivación de la dinámica parlamentaria -por lo menos a nivel nacional- y algo similar ocurre con la renovación en la esfera de la Justicia.

También está lo relativo a los componentes del Estado. El poder administrativo-burocrático, el poder tecnocrático y el poder estrictamente democrático-político. Cada componente recluta, reproduce y activa actores de manera diferente, dentro de sí mismo, en sus relaciones internas y en sus relaciones con actores externos a lo estatal. Cada componente actúa sobre el haz de relaciones del Estado y de las políticas públicas con otras instancias sociales, aportando permeabilidades, inercias o posibilidades de transformación.

Por último están las estructuras reales de los Estados, de los ministerios y del Poder Legislativo: ¿cuáles son las comisiones del Congreso?, ¿cómo funcionan?, ¿cómo se llega allí?, ¿qué define cada una?, ¿cuánto y cómo conocemos lo que hacen?, ¿qué responsabilidad y estructura tiene una Subsecretaría o una Dirección bajo la órbita de un Ministerio?

Nestor Borri / Fernando Larrambebere / Sebastián Prevotel - contacto@colectivociudadania.org.ar

DEJANOS TU COMENTARIO www.mapas-ciudadania.blogspot.com

PROXIMA ENTREGA: 15/12/2008

versión completa del material en:

www.ciudadania.org.ar

01 diciembre 2008

CAMINOS ABIERTOS Y ACCIÓN COLECTIVA - 3 de 7

aerosol
Fotografía: Grupo MiradaPhoto

3. Actores y escenarios (I)

Los interrogantes que surgen giran en torno de ¿cómo proceder “más allá”, “al revés”, trascendiendo y combatiendo estos esquemas, visualizando aquello en lo que anclan y centran su fuerza legítima, al tiempo que se propone una mirada superadora?, ¿cómo apreciar toda la dinámica y todas las dinámicas?, ¿cómo pensar un esquema que pueda ser asumido en una construcción política democrática, vista desde los sectores populares, que atienda a la distribución y a un modelo de país, apropiado para el momento actual de desarrollo de los diferentes actores?, ¿cómo encontrar y recorrer unos esquemas, unos mapas que, al mismo tiempo que orienta a los actores, los ayude a constituirse en tanto tales?

¿Cómo sostener por otro lado una mirada crítica y realmente política, haciendo un esfuerzo al mismo tiempo por no fijar ámbitos “positivos y negativos”, “buenos y malos”, “auténticos e inauténticos”? ,¿cómo evitar pensar que las oportunidades están en un sólo espacio o que en un sólo lugar se constituyen sujetos auténticos o genuinos sin centrar enteramente las acciones en alguna de las esferas?, ¿cómo acompañar con una mirada dinámica un escenario que también lo es, pero al mismo tiempo no perder puntos de referencia necesarios?, ¿cómo advertir que en los partidos no hay un núcleo impenetrable de elites dirigentes, ni en las organizaciones sociales hay un núcleo auténtico y “desde-para siempre” popular?, ¿cómo reconocer que en la gestión estatal no está el único “aparato-herramienta” para efectivizar las acciones?, ¿cómo evitar ver a las políticas públicas como las únicas y exclusivas formas en que los posicionamientos del Estado se manifiestan y adquieren carnadura histórica?, ¿cómo evitar quedarse con miradas congeladas, pero al mismo tiempo poder ver todo esto? .

En todos los ámbitos transcurren procesos paralelos y no existe a priori un centro definitivo de realización, sino puntos de articulación que desatan o coagulan dinámicas. Pero ni siquiera estos puntos iniciales desde donde se desatan o culminan las dinámicas suelen estar en un sólo lugar, sino que resultan de la articulación de procesos en los diversos ámbitos.

El trabajo de articulación es poder hilvanar –en términos discursivos e ideológicos pero también en términos de redes de compromisos y de sostenimiento y transformación de esos compromisos– secuencias de acciones y proyectos que despliegan, transcurren y activan conflictos fecundos en todos los espacios. Y poder concebir que el mismo sujeto, individual o colectivo, puede estar al mismo tiempo en distintos lugares. Reconocer que no hay sujetos estrictamente de un lado u otro, sino que se trata más bien de posiciones de sujetos.

Las organizaciones sociales

Organizaciones sociales

En relación con las organizaciones sociales es posible señalar cuatro dinámicas cuyo abordaje permite atravesar la inflexión histórica que estamos viviendo. Dinámicas que suponen analizar cómo se constituyeron las organizaciones sociales existentes; en qué relaciones de fuerza; en qué condicionalidad discursiva. Particularmente las organizaciones que se crearon en los últimos 15 años. Estas cuatro dinámicas son:

  • el replanteo de agenda,
  • el des-repliegue de los escenarios,
  • la rearticulación de actores
  • y el rediseño de la organización y la estrategia.

En primer lugar, es necesario replantear las agendas. Ampliarlas, articularlas y desectorializarlas, asumiendo los desafíos de los sectores populares en una etapa histórica particular en términos políticos de representatividad, de acumulación económica y de consensos hegemónicos que es preciso alcanzar. Esto implica salir de la agenda resistencial, del caso por caso y de la hiperespecialización temática. Implica salir de la agenda de la sobrevivencia, del territorio y de la demanda.

La segunda dinámica está vinculada al des-repliegue de las arenas de debate y acción a las cuales fueron confinadas las organizaciones sociales Aquellas en las cuales en algún momento también se autoconfinaron porque se autoconstituyeron como referencia en esos escenarios.

En este sentido, una cuestión importante es el des-repliegue desde lo comunitario –ese lugar cercano a lo doméstico que garantiza la supervivencia en el barrio al ágora democrático ese lugar donde se procesa lo público y lo privado y de allí al espacio público y a la política.

Aquí también enfrentamos el desafío de redefinir visibilidades. Esto tiene que ver, por ejemplo, con redefinir en qué escenarios y en qué arena ubican los medios de comunicación a las organizaciones sociales. Esto implicaría, por ejemplo, pasar de las secciones “solidaridad”, “sociales” o de las notas de color a otros espacios que supongan nuevos abordajes y lecturas. Y, en la otra punta, tratar que los sectores populares en las secciones “economía” y “política” no aparezcan como la expresión del caos y la barbarie.

Respecto a la rearticulación de actores es importante desarmar –o al menos relativizar la preponderancia de las redes para pensar en términos de articulación con diversidad de actores. En particular con aquellos que se derivan de ubicar a las organizaciones sociales en el esquema que estamos proponiendo. Hablamos de rearticulación porque ya están articuladas especialmente en términos de redes de gestión subordinadas, periféricas, como mano de obra barata e hiperespecializada, pero no en términos políticos, de política pública y de proyecto de país.

Es necesario repensar las articulaciones existentes en función de una lectura vinculada a proyectos políticos, a las nuevas demandas, necesidades y apuestas y a una estructura más amplia de políticas de oportunidad.

También hablamos de rearticulación en el sentido de recuperar ánimos, talantes y dinámicas de vinculación que tuvimos en otros momentos del país. Se impone la necesidad de reencontrar distintas maneras de diálogo entre las organizaciones sociales y el movimiento obrero. El mundo económico más allá de la economía social, los organismos públicos, los partidos políticos.

Finalmente es necesario afrontar el rediseño de la organización y de la estrategia. Es decir, el rediseño hacia adentro y hacia afuera. Las organizaciones poseen la forma organizativa que han asumido desde lo jurídico, a partir de su funcionamiento y organigrama, y en relación a cómo se imaginaron respecto a su escala, condicionadas por el momento en que surgieron o en el cual se legitimaron. La pregunta que es preciso hacernos es si las organizaciones con las que contamos, tal como están diseñadas y funcionan en la actualidad sirven para lo que necesitamos hoy. Rediseñar puede ser también desordenar y, si lo vemos a la inversa, implica concebir procesos que pueden parecer a priori desorganizadores como potenciales canales de organización.

En relación con estas rearticulaciones y rediseños reafirmamos algo que hace ya un tiempo sostenemos: si bien tenemos muchas organizaciones, tenemos poca organización y esto se advierte hacia adentro y hacia fuera. Esta afirmación puede entenderse como que cada organización, considerada en particular, está poco organizada o que existen pocas organizaciones sociales. Pero no queremos afirmar eso, sino que hay poca organización social, exigua fuerza sociopolítica, escasa capacidad de movilización coordinada, poca densidad del tejido social. Una cosa es pensar cómo está organizada internamente cada organización y otra es poner el énfasis en las dinámicas organizativas de la sociedad.

Las políticas públicas

políticas públicas

Es posible concebir las políticas públicas y evaluarlas en función de cuatro características:

  • Consistencia,
  • Capacidad distributiva,
  • Talante democrático
  • Eficacia.

La consistencia está relacionada con la coherencia entre sus distintas fases y entre los distintos actores estatales que la deben ejecutar a nivel nacional, provincial y municipal. Otro aspecto es la consistencia existente entre los momentos de diseño, ejecución, implementación y evaluación. También hablamos de consistencia entre sus ámbitos ejecutivos, de control y de participación. Y, por último, es necesario evaluar la coherencia entre los objetivos declarados, los recursos asignados, la matriz organizativa con que se implementan y la manera en que se efectivizan.

La dimensión distributiva es particularmente central en este momento y se vuelve crucial tematizar la política pública como una disputa por recursos. En un país que crece, es necesario dar cuenta de cómo la política pública es un canal pero al mismo tiempo un escenario y un mecanismo asignador de recursos. Es necesario tener en cuenta que la lucha distributiva se plasma en la política pública desde la disputa por infraestructura hasta los impuestos.

En cuanto a la democratización, es necesario reconocer que al asignar recursos también se distribuye poder. Y sobre esta característica hay que identificar dos cuestiones.

a) En primer lugar, se presenta aquí el debate sobre la universalidad de las políticas públicas y el significado actual de la “universalización” en una sociedad fragmentada como la nuestra. Recuperando el ánimo de inclusión general, pero al mismo tiempo evitando caer en conceptualizaciones y propuestas válidas para otro momento histórico pero que no necesariamente resultan aprobadas para hoy.

b) En segundo lugar aparece el análisis respecto de si las políticas son participativas o no. Desde nuestra perspectiva, actualmente es más importante evaluar qué partido toman antes que cuánta gente participa. Esto implica también retomar un debate en relación a cómo la participación ha sido usada muchas veces para implementar políticas de pocos recursos y escasas soluciones.

Pero las políticas públicas también son democratizadoras y pueden serlo aún más en el sentido de mostrarle a las grandes mayorías de nuestra sociedad a dónde va el crecimiento, generar expectativas y consolidarlas respecto a que la distribución y la participación son posibles. De esta manera las políticas públicas pueden ser también un ámbito central de legitimación de la democracia y pueden constituir un espacio que, bien asumido en términos de mediaciones simbólicas y comunicacionales, contribuya a generar un ámbito de generación de consensos más propio de la política. Los medios de comunicación, que son quienes actualmente generan los consensos y asignan las expectativas, no están en sentido estricto bajo control democrático. Mientras no lo estén tenemos herramientas que podrían servirnos, que ya están bajo nuestra órbita y que quizás estemos usando menos de lo que debiéramos.

Por último, la evaluación respecto a la eficacia de las políticas públicas está vinculada a que éstas deben tener resultados tangibles. Y más aún, deben ser vivenciables y reconocibles en la experiencia cotidiana. También es necesario medir su eficacia y no conformarse solamente con las estimaciones tecnocráticas. Esa eficacia debe transformar efectivamente la vida, ser significativa y lograr consensos. También es necesario buscar una eficacia en la gradualidad. De nada sirve predicar grandes transformaciones estructurales o revolucionarias si no se hace una eficacia de la secuencia. Las políticas públicas deben ser eficaces también en el sentido de constituir un relato que permita dar sentido a la lealtad, a los esfuerzos que hubiera que realizar y a los procesos que se van viviendo. Esto no significa otra cosa que plasmar un proyecto de país, un plan de construcción social, política y económica que se vaya desplegando en un relato verdadero, coherente, significativo y verosímil. En este sentido sí es posible afirmar que la política pública tiene la obligación de ser un “buen verso”. Y en tanto verso, debe ser atractiva y reencantar lo posible.

Nestor Borri / Fernando Larrambebere / Sebastián Prevotel - contacto@colectivociudadania.org.ar

DEJANOS TU COMENTARIO www.mapas-ciudadania.blogspot.com

PROXIMA ENTREGA: 9/12/2008

versión completa del material en:

www.ciudadania.org.ar