23 marzo 2011

Cada vez que sonríen


Néstor Borri 



Sonrien, los tres, cada vez
que alguien dice
"un gobierno no puede tomar la bandera de los derechos humanos"

Sonríen siempre que se dice eso.
Y no es casualidad que sean estos tres.

Siempre.
Porque si acaso quien lo dice tiene razón, si acierta, es que habrían logrado su objetivo en los hechos.
Y si la realidad desmiente a quien dice eso, también sonríen: porque saben que han hecho carne sus objetivos en un modo de ver subjetivo generalizado. Han logrado que eso se crea, naturalizando la creencia.

Y lo mismo vale , para
"la política es sucia"
"los gremialistas son todos corruptos"
 el estado no sirve"
y para tantas otras.

Hay muchos pasos dados, para que estos tres dejen de sonreir.

Pero: siguen teniendo , aun, con todos los pasos dados, motivos para sonreir.Y proveedores de sonrisas.

Y nuestra alegría tendrá - ojala- la consistencia que sólo la conciencia de la sonrisa de estos  le puede dar. Si no..la banalidad la va a amenazar. Por que la banalidad, y la banalidad de la alegria, es quizas el eje central de la hegemonía de aquellos que continuan la obra de esta trinidad sonriente.

Y acá acaba la reflexión y acaso empieza la tarea.
Cualquiera que diga lo de mas arriba, y todas sus variantes, tiene que saber - y tenemos que acompañar a que comprenda-  que, no importando si tiene razón o no, esta generando esas sonrisas. La sonrisa de estos tres.

Hay mucho hecho. Pero tambien mucho por hacer.
La celebración de los logros vale en si misma. Con todos sus límites. Por los límites mismos s que hay que celebrarlos. Y lo vamos a hacer.

Pero esa celebración puede ser tambien alimento para una tarea en la que todavia tenemos mucho por andar.

13 marzo 2011

Militancia sin imitancia

Militancia, sin imitancia. Algo así me parece que dijo Cristina en Huracán.

Sin repitencia, con circunstancia, con evidencia, y trascendencia. Con invención y pasión.

Con densidad histórica para el presente, y con todas las referencias, no sólo con una o dos: “si uno piensa en los jóvenes que construyeron aquel 25 de mayo de 1810”.

Sin banalidad al elegir los conflictos: “no vienen a luchar contra alguien, sino que por algo”.

Con un sentido ni simplón ni jacobino de la construcción de lo colectivo: “la construcción orgánica; porque faltaba la construcción política e institucional que no hiciera depender la transformación y el cambio de una o dos personas”.

Con un criterio de articulación no basado en la identidad sino en la decisión-disposición-apuesta: “no les pregunten de dónde vienen, no les pregunten cuál es su historia o su partido, pregúntenles si están de acuerdo con…”.

Con la pregunta como herramienta, más que con la afirmación consignista: “Quiero que les pregunten si tenemos que…”.

Con un sentido de la historia como creación y no como sola persistencia ni mera épica de lo-que-siempre-vuelve: “quiero rescatar la historia, pero también quiero una juventud que construya su propia historia”.

Con densidad y responsabilidad democrática.

“Digo que es importante que el frente nacional, popular y democrático: desde sus primeros discursos va MÁS ALLÁ de lo nacional-popular, y la agrega de una manera no solamente retórica “democrático”. Pero no por democratismo, sino porque es una estadista, y sabe que el término desafía a la fórmula, sacándola de la tranquilidad de todo folklore –y también del cotillón en que a veces se transforma el repertorio identitario, congelándose.

Pivoteando sobre lo imposible y el riesgo de la acusación de locura, lo inédito viable: la Argentina del no se puede (...) le decía a él que estaba loco”.

Con amor y respeto por ese gran recurso escaso, ese tesoro que se nos da sin propiedad alguna: “cuánto tiempo perdido”. Encontrando el tiempo y encontrándose a tiempo. Que se adensa y escasea, limitado como es.

Reconociendo la articulación profunda, la trama social que no es la de facebook ni el contacto redundante de los convencidos... “ese día se habían comenzado a reconstruir vínculos, cercanías, proximidades”.

Con una hegemonía que se construye más allá de las palabras, que va a la hondura de lo real y de los sujetos, a un núcleo: “No hay mejores batallas que las que se ganan con el corazón” (Las vísceras en la batalla, no en la cómoda interioridad del pecho. Ni en la de los estadios ni de los conciliábulos, ni en la seguridad del consignismo)

Y con el reaseguro que a toda batalla y reflexión, le da la alegría. El más costoso y frágil y vulnerable de los bienes políticos y colectivos. Ese que se bastardea fácil, que delata enseguida si le falta espesura y que, cuando navega el tiempo, lo enciende.

Lo que escuché, me gustó.

Como se dice en FB: me gusta.

Néstor Borri

Marzo de 2011